por Javier Schurman
Diario Tiempo Argentino
«Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Guatemala, México, Cuba…»
Iván los recita como de memoria, entrecerrando los ojos, tomándose de a uno los dedos de una mano con el índice y el pulgar de la otra, y respira cada tanto, como si se acordara de que tiene que hacerlo, antes de seguir con el resto de la enumeración.
«Japón, China, Vietnam, Laos, Tailandia, Camboya, Malasia, Indonesia, Nueva Zelanda, India, Nepal…», dice, y lo dice rápido, como si fuera una prenda de un concurso de un programa de tevé, pero no se trata de eso. Iván Kerner –Ivanke para casi todos– es ilustrador y docente, es argentino, tiene 34 años y está por emprender el viaje de sus sueños. O el de su imaginación. «Una noche, esperando el bondi, tuve la idea, muy fuerte, casi una certeza, de que debía viajar un año dando talleres por todo el mundo», cuenta su plan, el objetivo que encarará desde el 16 de marzo cuando llegue a su primer destino, Jujuy, para hacer lo que más sabe, lo que más le gusta, y hacerlo gratis, para los demás, para los más chicos. «Hace años que aparte de ilustrar para chicos en libros, revistas, juguetes y cuadros, decidí estar más cerca de ellos. No sólo mediante mis dibujos, sino también dando talleres, tomando contacto directo, dibujando con ellos, abriéndoles un espacio de expresión y de escucha. Me interesa la mirada que tienen los chicos sobre las cosas».
El proyecto, llamado «Pequeños grandes mundos», incluye en principio el paso por 36 países de los cinco continentes en los que dará «talleres libres y gratuitos» en distintos ámbitos: escuelas, hospitales de niños, jardines de infantes, centros culturales, parques «y hasta en la calle», en ciudades pero también en remotas zonas rurales. La idea de Ivanke recibió apoyos varios, y no menores: fue declarado de «interés cultural» por la Secretaría de Cultura de la Nación, de «interés educativo» por el ministerio de Educación de la Nación, de «interés artístico y cultural» por parte del ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, y de «interés educativo y cultural» por parte de la OEI, Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
«Pakistán, Irán, Turquía, Israel, Palestina, Jordania, Mozambique, Tanzania, Kenya, Etiopía, Marruecos», sigue Ivanke, que advierte que en su tarea no estará solo. «En cada país se sumarán ilustradores locales y artistas de otras disciplinas como música, fotografía, literatura y teatro». Algo de eso, todo eso, ya lo hizo en Buenos Aires, donde armó festivales para dar a conocer el proyecto y juntar fondos que lo ayuden a solventar los gastos. Además, y principalmente, el dinero salió del aporte colectivo a través de la plataforma Ideame (idea.me/pequeniosgrandesmundos). Así lo explica: «Gracias a que muchísima gente abrazó el proyecto como propio y sumó su grano de arena, hoy puedo decir que el proyecto se convierte en realidad».
«España, Portugal, Francia, Alemania, República Checa», termina Iván con la lista, y le queda todavía algo de aire. «La experiencia será recopilada en un libro y en un documental», avisa, pero también se podrá seguir «online» a través de una página web y de las redes sociales.
Ivanke se pierde un rato mientras revuelve el café. Repasa primero en su memoria y después en su cuaderno, y avisa que sí, que es el final, que no hay más países en carpeta, pero que estará abierto a sumar destinos, ciudades, regiones, experiencias. «Pequeños grandes mundos tiene que ver con generar puentes entre chicos de diferentes lugares, de abrir un canal para que puedan expresarse y desde allí conocerse y conocer a otros. Es una movida inclusiva y como tal, busco abarcar la mayor cantidad de espacios».