Después de muchos años -muchos años-, volví a la Plaza de Mayo. Volví con y por la muerte de Néstor Kirchner. Y volví por todas las veces que no había ido.

Volví para apoyar la 125, para acompañar a las Madres y Abuelas, por la Asignación Universal por Hijo, para sumarme al pedido de una nueva Ley de Comunicación Audiovisual, para bancar la unión de los pueblos sudamericanos y la recuperación de los fondos de los jubilados. Volví también por la aceleración de los juicios a los represores, por la renovación de la Corte Suprema, por la Ley de Matrimonio Igualitario y el desendeudamiento. Volví porque no había ido nunca en todas esas veces que podía haber ido. Pero volví, y todo eso estaba ahí.

La tristeza que vi en la plaza la sentí pocas veces, y la sentí como propia. Es extraño. No voté a Néstor, tampoco a Cristina. No voté a ningún candidato del kirchnerismo en estos siete años, ni siquiera sé si voy a votarlo en las próximas elecciones. Pero ¿quién se puede oponer a todo lo que hizo? O más bien ¿quién puede decirme que otro presidente hizo lo que se hizo en estos siete años?

Me acuerdo de la campaña de Kirchner para las elecciones de 2003. «Un país en serio», decía el slogan.

-Un país en serio -le dije a Natalia, mi novia de entonces. Sería genial, ¿no? Lástima que no lo van a hacer.

Tan simple, tan lógico. ¿Tan difícil es tener un país en serio?

Mientras caminaba la Plaza pensé en eso, en el afiche, en lo que significa un país en serio. Y es parte de todo lo que vivimos en los últimos años, es recuperar la identidad de muchos pibes y de hacerlo con el apoyo del Estado, presente como pocas veces, como nunca, al menos, desde que nací hace 33 años.

Un país en serio es pensar en las minorías, en la gente común, y dejar de beneficiar a los mismos de siempre.

Un país en serio es dejar de hacer lo que dictan los Estados Unidos, el FMI y el Club de París, dejar de aceptar los mandamientos de los grupos monopólicos que recetaron la vida de toda la gente durante muchos años.

Un país en serio es renovar una Corte adicta, aunque no responda como el gobierno ahora quisiera. Es fortalecer los lazos con los países hermanos, como Brasil, Uruguay, o Venezuela, aunque no sea yo un fanático admirador de Chávez. Es, también, reclamar ante la ONU por Malvinas, y formar parte del selecto grupo de repúblicas que se oponen al bloqueo en Cuba.

Un país en serio es poder tener en un programa homenaje, más aún en uno ultra K como es 6,7,8, sentadas a Estela y Taty Almeida, a Echarri y Gustavo López, a Raimundi y la Cherubito, a Cecilia Roth y Ana María Picchio, a Lubertino y Morgado, a la Tana Rinaldi y Fanego, a nietos recuperados y a, para mí, desconocidos ilustres. A peronistas y socialistas, a escritores y periodistas, a luchadoras por los Derechos Humanos y actores de la farándula.

Vi gente llorando en la Plaza. Y se me cayeron muchas lágrimas mientras leía los mensajes de esa gente pegados en el suelo, en las vallas, en pancartas. Me emocioné con el «a Néstor Kirchner no lo vamos a olvidar», y me temblaron las piernas cuando vi a dos chicas de mi edad abrazadas, sentadas en un cordón, llorando desconsoladas.

Hoy a la tarde un amigo y compañero de trabajo me dijo: «Nunca pensé que me iba a poner tan mal por un peronista, cuando me enseñaron a odiarlos.» A mí nunca me enseñaron a odiarlos, pero tampoco a quererlos. Me crié lejos de Evita y cerca de Fidel, y nunca voté por el PJ ni por el FpV. Pero el miércoles, cuando mi vieja me despertó con la noticia, no pude seguir hablando. Me despedí, prendí la tele, me encontré devastado.

Un país en serio KirchnerLlegué al diario, a Tiempo Argentino, y los ojos que escondían las lágrimas eran indisimulables en muchos. No es tan fácil trabajar en un diario, no tanto como se cree: mientras la historia se hace con la gente en las calles, vos estás escribiéndola en una redacción.

Esta vez, en algún momento me fui a formar parte de esa gente. Fui a la Plaza. Y lo que me aguanté durante horas se me escapó en un rato. Porque no se murió un peronista, ni un ex presidente, ni el padre del kirchnerismo, sino alguien que, con contradicciones y errores, y sin mi voto, hizo al menos algo por dejar un país en serio. Y para todos.

 

Publicado en el diario Tiempo Argentino el 29 de octubre de 2010