El 4 de diciembre del año pasado, poco más de dos meses atrás, cobramos por última vez en Tiempo Argentino, donde trabajo. La misma situación viven los compañeros de radio América, que funciona al lado de nuestra redacción.
Somos compañeros trabajadores de prensa y somos vecinos. Somos, también, víctimas de una patronal irresponsable, indigna e inmoral que dejó a cientos de personas sin los sueldos de diciembre, enero y el aguinaldo, que permitió que pasáramos las fiestas sin un peso en el bolsillo, que no fue capaz de adelantar un poco de dinero y que intentó victimizarse e igualarse con los trabajadores.
Ni solidaridad ni comprensión: de los empresarios responsables de este sufrimiento sólo queremos lo que nos corresponde. Y nos corresponde cobrar por nuestro trabajo.
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«¿Cómo no te van a pagar el sueldo si vas todos los días a trabajar?», le dijo a un compañero su hija menor. Ella entiende todo.
Porque no hay que ser licenciado en nada para comprender que a los empleados hay que pagarles. Que las crisis las deben afrontar los mismos que se beneficiaron con las bonanzas: los empresarios. No se trabaja gratis.
«No tengo ni para cargar la SUBE», dice otra compañera, mientras se seca las lágrimas.
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Las últimas asambleas son así: compañeros y compañeras cuentan sus problemas, descargan su ira, explican su situación. Hacen (hacemos) catarsis.
Y lloran (lloramos).
Es desgarrador el momento, triste la situación.
No cobramos el aguinaldo.
No cobramos diciembre.
No cobramos enero.
No cobramos.
Trabajamos y no cobramos.
Piénsenlo un segundo, imagínenlo -si es que no lo vivieron nunca-. Las boletas de colores pasan debajo de la puerta, los resúmenes bancarios claman por las deudas, los dueños de los departamentos esperan por los alquileres por vencer, las expensas, los hijos, el supermercado, los colegios.
La vida pasa y el sueldo -del trabajo que hacemos diariamente- no llega.
Porque no nos dicen que no: nos dicen que sí. Que van a pagar. Mañana, sí, o pasado está la plata. Hoy, en unas horas. Ya depositamos. Mañana aparece.
Y nunca está
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Está la ayuda familiar, los ahorros, la cancelación de vacaciones, lo que estaba pensado para un viaje y pasó a ser la comida y los impuestos, el achique de gastos, el fin de los gustos, la solidaridad de los compañeros de prensa, de lectores, organizaciones sociales, políticos, sindicatos, hermanos, padres, abuelos, amigos que donaron comida y pañales, o pusieron cinco, diez, mil, diez mil pesos para ayudar a bancar este momento de cientos de trabajadores.
No alcanzan los gracias para todos ellos, para todos ustedes.
No alcanzan los brazos para abrazarlos.
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Son cientos de vidas que dejaron a la deriva empresarios sin palabra y sin dignidad. Inmorales que de mofan de nosotros desde las redes sociales, rezándole a un dios que no respetan y a un testamento cuyos mandamientos no cumplen, o responsabilizando desde los medios a los propios trabajadores, a quienes nos piden tiempo.
Tiempo. Qué ironía.
Cobramos por última vez el 4 de diciembre. Ya es 7 de febrero, y los tiempos que fueron poniendo los respetamos, los esperamos ilusionados.
Prometieron pagar el aguinaldo el 29 de diciembre y no cumplieron.
Prometieron pagar diciembre el 12 de enero y no cumplieron.
Tampoco estuvo el 15, ni el 16 de enero. Ni el 23 y el 30.
Ni el 1 de febrero.
Ni el 5.
No cumplen.
Prometen, juran, estiman, suponen, avisan, te ceban,
y no cumplen.
Juegan con nuestra desesperación, con nuestra necesidad, con nuestro trabajo, con nuestra familia.
Juegan con nosotros.
Con su plata, con nuestra vida.
Nos boludean.
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Ni siquiera es sólo el sueldo. El vaciamiento es descomunal.
¿Cómo se vacía una empresa?
Primero dejaron de comprar hojas para las impresoras; después dejó de llegar el repuesto para la tinta.
¿Viajes de trabajo? Ya no más, hace rato.
Desaparecieron los diarios que llegaban cada mañana; no pagaron más los taxis y remises para hacer coberturas periodísticas.
Los aires acondicionados fallan y no se arreglan.
En los baños, las toallas de papel no existen más hace rato. El papel higiénico escasea.
Ahora, hace unos días, dejaron también de imprimir el diario.
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Mientras tanto, se repite -por suerte cada vez menos- esa escena de quien supone, cree o está seguro de que trabajadores y patrones son lo mismo.
«Te hubieras fijado para quién trabajabas». «Ustedes son cómplices». «Chorros». «¿Ahora te quejás?» «Se les acabó el curro». «Vayan a laburar». Es el «devolvé a los nietos» que le espetaban a una colega de TN. Es la locura misma. Es un odio que desconozco, y que espero no conocer nunca.
Es una pena que haya gente -a la que supongo trabajadora y no por eso mimetizada con quienes le pagan el sueldo- que crea en la igualdad entre los empresarios y los empleados. Lo dije (lo venimos diciendo) hace rato: «Los trabajadores de prensa no somos las empresas».
La compañía y los mensajes de apoyo de los colegas de Clarín, Página, La Nación, Continental, Infojus, Diario Popular, Telefé, TN, Crónica, C5N, Bae, Minutouno, Veintitrés, Infobae, de medios comunitarios y cooperativos, y de tantos otros más nos llegan, realmente nos llegan. Y lo agradecemos porque sabemos que son sinceros y preocupados: nos pasa a nosotros como les pasó a ellos en otro momento. No queremos que le pase a nadie más, ni a trabajadores de prensa ni a trabajadores de nada, ni a los privados ni a los estatales.
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Quienes me conocen lo saben: nunca bajo los brazos y nunca pierdo la sonrisa. Es muy difícil en este momento poder sostenerse de esa manera. Aun sin bajar los brazos, aun sin renunciar a la pelea, las energías se consumen, las necesidades apremian y la sonrisa de a ratos se esfuma porque la realidad saqueadora te trompea en la jeta.
Sí, volvieron los saqueos. Esta vez en forma de empresarios.
Por eso es importante el apoyo. Por esto es necesaria la presencia, real y virtual, la comunicación del vaciamiento, del saqueo económico y emocional al que estamos sometidos.
En el fondo se trata de eso: comunicar.
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Dice la nueva patronal que no va a imprimir hasta que se resuelva el conflicto. ¿Conflicto? No hay conflicto: hay falta de pago. La solución es pagar. La responsabilidad de que el diario no salga no es de los trabajadores, sino de la empresa.
Según se definió en asamblea de trabajadores, hasta el miércoles 10, que está prevista una audiencia en el ministerio de Trabajo, habrá una permanencia en la redacción.
Están invitados, a la hora que sea, cuantos quieran: Amenabar 23.
Siempre habrá alguien en el diario, en la calle, con actividades programadas que pueden conocer en http://pormastiempo.com, y cumpliremos -como siempre hemos hecho- nuestros horarios de trabajo.
Porque siempre cumplimos. Nosotros sí cumplimos.
Siempre quisimos trabajar. Queremos seguir trabajando.
Y que nos paguen.
No es un favor ni un ruego: es un derecho.
Paguen los sueldos.